La reinvención de lo cierto (Capítulo 10).
El anciano se acercaba mucho a una edad con
tres dígitos. Llegar a celebrar tu centenario y tener salud para contarlo, es
algo, que está al alcance de muy pocas personas. Algo que da vértigo, pero al
viejo eso no le preocupaba en absoluto. Había aprovechado bien la vida, había
disfrutado al máximo de ella, y sobre todo, presumía, y era cierto, que todos
los días se había preocupado de aprender algo nuevo, y de ahí que su
conocimiento de la existencia humana, fuera enorme. Todos los que le conocían
sabían que era un auténtico sabio, y por eso acudían en su busca, para recibir
el mejor de los consejos, y todos se quedaban en silencio cuando él hablaba,
escuchando la inagotable fuente de sabiduría que manaba de su boca.
Un día en el que decenas de personas estaban
a su alrededor, ejerciendo de atentos y aplicados alumnos, el anciano les dijo,
que a lo largo de su vida, eran innumerables las experiencias que había vivido
y el resultado del aprendizaje obtenido, era una serie extensa de todo tipo de
conclusiones a las que había llegado. Todos los allí reunidos le pidieron al
unísono que las diera a conocer, pero el anciano, dijo que su avanzada edad le
impedía tener la energía necesaria para extenderse demasiado en su charla, así
que, para no forzar demasiado su salud y agotarse antes de tiempo, tan solo les
iba a explicar cuatro, de la enorme cantidad de enseñanzas que la experiencia
de la existencia le había aportado, aunque tampoco eran las más importantes,
tan solo cuatro verdaderas, ya que las había vivido en propia carne.
Y comenzó a hablar, eso sí muy despacio…
1.- Cuando inicias el camino y partes de
cero (algo a lo que aluden con frecuencia muchos triunfadores), no siempre
acabas logrando el éxito por mucho esfuerzo que hayas empleado en ello. En
bastantes ocasiones, sucede que al final del recorrido, lo que obtienes es
nada, aunque siempre hay que valorar mucho, el hecho de haberlo intentado.
2.- Hay que rebelarse
siempre contra el poder establecido cuando te quiere pisotear. No se pueda
esperar nunca, a que este sea injusto, porque entonces ya será muy tarde para
poder combatirlo. Si te duermes te acabará aplastando.
3.- La empatía, es una
cualidad muy valorada en el ser humano. Eso de ponerse siempre en el lugar de
la persona que tienes en frente para poder entender mejor sus problemas e
intentar ayudarla, es muy loable. Sin embargo, muchas veces, eso lleva al
empático a pillarse disgustos (enormes, incluso) por acontecimientos negativos
que han sufrido otros, que pueden ser a su vez, personas carentes de empatía, y
que no van a reaccionar de la misma forma, si la situación se produce a la
inversa. Lo mejor es ayudar sin esperar nada a cambio o no hacerlo, eso es una
decisión personal de cada uno.
4.- A lo largo de mi vida
recibí más de una patada, y pude comprobar, que el daño que produce el golpe,
nada tiene que ver con el tamaño del zapato.
Mientras
el anciano habló, no se oía ni el ruido de una mosca. Todos se quedaron
pensativos con lo que habían escuchado, aunque tampoco había nada que asimilar,
lo dicho era tan sencillo de entender, que hasta el más cortito de los
asistentes, lo había comprendido. Lo único que lamentaron todos, era que el
viejo no tuviera un poco más de energía para seguir dándoles sus sabios
consejos.
El anciano se murió de un simple catarro una
semana después, pero todavía había una última lección magistral, que les
había ofrecido a todos sus amigos y conocidos. Cuando el día de su entierro,
todos rezaban alrededor de su tumba, pudieron leer en ella su epitafio que
decía lo siguiente:
“Descanso en paz, con el convencimiento de que al igual que no es más rico quien más tiene, sino, el que menos necesita, tampoco posee más sabiduría, el que más sabe, sino, el que menos se equivoca. Por eso, nunca me consideré un sabio, pero afronto la vida eterna con la tranquilidad de no haber sido un ignorante”
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