La vida es un trayecto breve (Capítulo 13).
Lunes
Al señor Marqués le gustaba todo aquello que le permitiese alardear antes sus vecinos, amigos y conocidos de su elevada posición económica y social, ambas, tan subidas de nivel, como su enorme ego, por eso, y a pesar de que se lo desaconsejaron, mandó construir en su jardín la piscina más grande y profunda de todo el condado. Era tanta la vanidad del ilustre noble, que lo menos importante para él, en este asunto, era disfrutar de un refrescante baño diario, pues ni le gustaba nadar, ni tampoco sabía hacerlo. Su única obsesión era que su enorme piscinón fuera el mayor recipiente de agua dulce de todo el territorio. Sin embargo, la vida en ocasiones es justa, y a fuerza de insistir, te premia con encontrar lo que buscas, a pesar de que ello, no sea lo mejor para tu salud. Así que, una noche desgraciada (para él noble, sobre todo) salió el hombre, a dar un paseo por el jardín, para tomar el aire, y despejar un poco la cabeza, cargada con la pesadez propia de la ingestión desmesurada de ginebra, que era sin duda alguna, su deporte favorito, y en su paseo nocturno (el último), el señor Marqués se olvidó por completo de la existencia del monstruoso tanque de H2O, y en su desorientación alcohólica, pisó en falso y acabó en el agua. A la mañana siguiente, su fiel Mayordomo Charles (casi todos los buenos sirvientes que ejercen tal cargo, se llaman así), encontró su cadáver boca abajo, en medio de la piscina, su última gran obra, en la que la patética imagen del señor Marqués aparecía flotando, como un huevo cocido en mal estado en la superficie de un cazo.
La conclusión final, es que da igual que seas rico o pobre, en la boca solo se debe de meter, lo que se pueda masticar, lástima que el Señor Marqués y muchos que son como él, no lo sepan..., y si la piscina te viene grande porque no sabes nadar, lo mejor, es no salir de la bañera.