La vida es un trayecto breve (Capítulo 15).
Miércoles
1ª Parte: Los hechos.
Todos las pruebas estaban en mí contra e incluso había testigos dispuestos a declarar que yo era el autor de la explosión que había hecho saltar por los aires el edificio de veinte pisos, sede central del BIHE (Banco Internacional Hipotecario Expropiador), aunque podía haber sido otro cualquiera, ya que, son todos iguales (ustedes, ya me entienden). Y la verdad, es que estaban en lo cierto, a pesar de que tomé todas las precauciones posibles y procuré enmascarar mi rostro, al final, me habían pillado con las manos en la masa, y todo por una tontería de nada, me picaba la nariz, quité un momento el pasamontañas (tan solo unos segundos) para poder rascar mi apéndice nasal, y eso fue suficiente, para que los cientos de cámaras de vídeo diseminadas por todo el edificio, dejaran inmortalizado mi rostro para la posteridad. Estaba más pillado que Bill Clinton cuando se lo hizo (más bien se lo hizo ella) con Mónica Lewinsky.
No sabía cómo librarme de aquel marrón, y aunque me aseguré que no hubiera víctimas (y no las hubo), los daños materiales habían sido cuantiosos, y además del paquete que me iba a caer, en cuanto a años de cárcel, si además me iban a hacer pagar lo que rompí (por decirlo de una manera suave), iba a necesitar una mezcla de milagro, con herencia incluida de alguna desconocida tía millonaria y solterona, más el premio gordo de la lotería de Navidad, todo en el mismo lote. Por lo tanto, había que buscar soluciones, y hacerlo rápido. Así que traté de hacerme pasar por loco, a ver si el juez tragaba y en vez de mandarme al trullo, me recetaba una temporada de descanso en algún Centro Psiquiátrico, en el que con toda seguridad me iba a encontrar mejor, que entre rejas. Tan solo, había una cosa que me preocupaba al respecto, el tener que convivir rodeado de locos de verdad, pero lo pensé mejor y me tranquilicé, cuando me di cuenta, que en la calle hay gente que estaba como auténticas regaderas, y vivían a su libre albedrío sin que nadie los molestase, además, siempre había oído decir, que había más desequilibrados mentales fuera de los manicomios, que en ellos, y si lo decían, sería verdad, eso al menos quise pensar para mi propia tranquilidad.
Estuve un tiempo encerrado esperando la fecha en la que debía ir a declarar, y para hacer más llevadera mi reclusión (provisional, eso al menos esperaba yo), me dediqué a escribir sin parar, algo que, además de distraerme, ocupando las muchas horas libres que tenía, también me venía como anillo al dedo, para mantener en un óptimo estado de forma a mi imaginación, pues sabía que la iba a necesitar para buscar una solución, y poder salir de mi particular atolladero.
Al final, después de darle muchas vueltas al coco, se me ocurrió algo, que podría servirme de ayuda, pero tenía que prepararlo bien, cuidando todos los detalles, estudiando una y otra vez las posibles deficiencias para subsanarlas, y atando todos los cabos, para conseguir un plan perfecto. Y después de mucho trabajo, y ensayos previos, di con una idea, que no sé si era genial o no, pero era algo que encajaba perfectamente en la solución del drama (nunca mejor dicho) en el que se había convertido la historia de mi vida.
2ª Parte: Su Señoría.
Y llego el día que me encuentro delante de Su Señoría, y me pregunta cuál es mi nombre, y yo que llevaba mi papel de falso tarado, ensayado a la perfección (incluidos gestos y muecas), no le contesto y me dedico a poner caras raras y luego a mirar para arriba, como si en el techo de la sala, se hubiera quedado pegada una mosca que requiriese mi atención exclusiva.
De nuevo el Señor Juez, me vuelve a preguntar cómo me llamo, y esta vez, sí le contesto, y mirándole fijamente a la cara, le suelto de carrerilla lo siguiente (aunque el tan solo me había pedido mi nombre y apellidos):
Mi nombre es ninguno y quiero ser nadie. Pasar desapercibido y esfumarme en el aire. Quiero ser el habitante solitario de una isla perdida y también el único inquilino del edificio de mi vida. Construir con mis manos la cabaña y habitarla, pero, yo solo, escondido en la montaña. Mi nombre no importa y mi apellido no existe. Mi cara borrada, mi silueta difusa y mi cuerpo flotante, se encuentran en la inmensidad del espacio, como un fantasma errante o un espíritu camuflado. Voy por un camino con un solo caminante y mi historia olvidada se convierte en relax vital y en necesaria paz interior para una mente agitada. Necesito una tranquilidad profunda y por eso pido que la amnesia colectiva me devuelva de nuevo a la vida. Mi nombre es nada y a la nada vuelvo. Nunca fui nada y el que no nada se ahoga, pero yo respiro, nado y vivo, aunque sigo siendo nada, por eso mi nombre es ninguno.
Su Señoría, alucinaba en colores, me había mandado callar varias veces, pero yo, no le hice ni puto caso, y no paré hasta soltarle mi discurso completo, al mismo tiempo que seguía poniendo caras raras, gritaba, o escenificaba una mezcla de tembleques y espasmos musculares, a la vez que iba soltando un poco de baba, que dejaba caer en diminutas gotas, por la comisura de mis labios, para darle más realismo a la representación, y menos mal que el papelito (mi interpretación, hubiera merecido un premio, no digo un Oscar, pero sí al menos, un Goya, al actor revelación) previsto, no era demasiado largo, ya que casi me faltaba el aire para poder finalizar la actuación (quizás estaba un poco crecido, pero creo que incluso mi idolatrado Robert de Niro, me habría felicitado por ella), pero me di cuenta que mi actuación no había sido en balde, cuando la poderosa voz del honorable juez retumbó en toda la sala:
¡Que se lleven a toda hostia, a este chiflado de mi juzgado, que le pongan una camisa de fuerza y lo encierren en el Psiquiátrico!
¡Mi gran esfuerzo había merecido la pena!
Lo que ocurrió durante mi estancia en la Real Institución de Reposo Mental (eufemismo para evitar llamarla por su verdadero nombre, algo parecido a manicomio, y que sonase más suave), a la que fui destinado, pertenece a otra historia, que quizás cuente algún día, aunque antes tengo que volar todavía algunos bancos más, y mientras, voy haciendo una lista con posibles objetivos, incluso igual, hasta vuelvo a repetir visita en el BIHE (el ya conocido Banco Internacional Hipotecario Expropiador), aunque hay muchos más a los que les tengo ganas: el BNCU (Banco Nacional de Crédito Usurero), el BFPI (Banco Financiero de Pensiones Inexistentes), el BEPA (Banco Español de Prestamos Asfixiantes), y podría seguir, son tantos, que posiblemente necesitaría disfrutar de una vida demasiado larga, para llevar a cabo y con éxito, todos mis proyectos voladores.