Cortitos Encadenados (Eslabones R+S). Parte 4.
Siempre hay tiempo para coger el último tren, pero detrás de éste, ya no viene ninguno.
Siempre he sentido admiración por las personas valientes, pero cuando ser valiente, se utiliza para hacer el mal, la presunta valentía, se convierte en la peor de las cobardías.
Siempre he sentido admiración por las personas valientes, y en la misma proporción, desprecio por los cobardes.
Siempre he sido un hombre de sangre caliente, sin embargo hoy siento, que después de muchas nevadas de frustración, el líquido rojo se ha congelado en mi interior, aunque siempre tengo la esperanza (que dicen, que es lo último que se pierde), de que el calor de una renovada ilusión, derrita ese bloque rocoso en forma de iceberg inútil, para que de nuevo el líquido fluya potente y vuelva darle vida a todo el territorio que abarca mi cuerpo, a ver si se espabila un poco, y sale de la dañina apatía, que a veces y muy a mi pesar, me domina.
Siempre hemos de hacer lo posible para ayudar a quien lo necesita, mientras tengamos medios para ello, pero hay que tener cuidado con aquellos que pretenden aprovecharse de forma descarada de nuestra generosidad.
Siempre hemos de procurar que nuestro nivel de masoquismo no nos haga adictos a los malos olores de la suciedad que gira a nuestro alrededor, aunque hemos de ser conscientes, que hemos de hacer lo posible, por eliminar la propia basura, ya que en ocasiones lo que no huele bien, lo tenemos en nuestra casa.
Siempre me gustó lo prohibido, algo que sobre todo en mi niñez y adolescencia, me fascinaba. Por eso siendo menor de edad, hice todo lo posible por entrar en el cine a ver películas clasificadas para “Mayores de 18 años”. ¡Bendita censura, gracias por despertar en mí la emoción por lo morboso!
Siempre me gustó ir al cine, además es uno de los pocos lujos que todavía me puedo permitir. El otro día asistí al estreno de un ciclo de viejas películas del oeste, y la primera que pusieron fue La muerte tenía un precio de Sergio Leone, y me fijé en lo curioso del título con relación a mi vida. Quizás por eso sigo todavía vivo, pensando, que quizás ser pobre no sea tan malo, si eso te permite no poder pagar el valor de cierto tipo de compras.
Siempre
me gustó ir al cine y disfrutar de aquellas míticas sesiones de “Programa
Doble”, en el que se podían ver dos películas por el precio de una. Entrabas
después de comer y salías antes de cenar. Empezabas con una de aventuras
medievales, viendo a Errol Flynn haciendo de Robin Hood, y
conquistando el corazón de la protagonista femenina, interpretada por Olivia de Havilland, y terminabas con
una del oeste, en la que John Wayne, el bueno de la película, se cargaba al
“malo-malote”, de Liberty Valance, interpretado por Lee Marvin, y
así cientos más de “pelis”, de policías, mafiosos, ciencia ficción, dibujos
animados, comedias musicales, suspense, terror..., y todo aquel maravilloso
mundo de la fantasía reflejado en la gran pantalla, aderezado con una ensalada
mixta, de caramelos, palomitas, chocolatinas, patatas fritas, regaliz..., con
dolor de barriga casi siempre incluido al final de la proyección.
Siempre me gustó ir al cine y disfrutar, y soñar, y volar, y evadirme, y también si fuera posible, que el tío que se sienta detrás de mí, no pegue patadas en mi asiento. ¡Qué tortura!
Siempre tuve la sospecha de que Pepe, no era trigo limpio, a pesar de la amistad que manteníamos durante muchos años. Por eso no me sorprendí demasiado, cuando me enteré, que él y mi novia, me la estaban pegando. Y ahora, que la enemistad nos ha separado para siempre, estoy tranquilo, pues siempre es preferible tener un enemigo declarado que un amigo sospechoso.
Siempre tuve muy buen olfato, quizás debería de haber sido policía, mejor dicho, perro policía, ya que soy un dóberman.
Siento el miedo que vive dentro de mí, que muchas veces me inmoviliza como un dardo paralizante, y otras me ciega poco a poco, cubriendo todo mi ser con un manto invisible que primero, tan solo me permite distinguir sombras, y luego me ciega por completo, mientras se apodera de mí una sensación muy desagradable, un vértigo infinito y un malestar en el alma, porque no es algo físico, y me veo incapaz de combatirlo, de hacerle frente, hasta que por fin la luz liberadora de la mañana, me despierta y me salva una vez más, de ese sueño convertido en pesadilla que tantas noches me acosa como un lobo salvaje. Y siempre me hago la firme promesa, cada vez que un nuevo día de mi vida comienza, que ¡jamás voy a permitir que ese miedo soñado, pueda hacerse dueño de mi existencia cuando estoy despierto!
¡Silencio por favor!, dijo el charlatán, antes de abrir la boca.
¡Silencio por favor! dijo el León, en formato rugido, y muy enfadado, porque el ensordecedor griterío provocado por los ruidosos visitantes del zoo, le impedía dormir su habitual siesta. ¡Y luego dirán, que uno tiene mal carácter, lo que me faltaba!, pensaba la fiera, mientras trataba de recuperar su confortable y reparador sueño.
¡Silencio por favor, y déjenme descansar en paz! Gritó el muerto desde su ataúd, a todas las personas que en su velatorio no paraban de hablar, además de hacerlo en voz alta.
¡Silencio se rueda! Dijo el director de la película, aunque la verdad es que nadie le hizo ni puñetero caso.
Sin darnos cuenta, o siendo conscientes de ello, muchas veces vivimos en un miedo irreal, que nosotros mismos provocamos (aunque no sea intencionadamente, salvo quien disfrute con su propio dolor), cuando volvemos al pasado y giramos nuestra vista hacia atrás, a pesar de que eso nos duela demasiado, o imaginamos un mañana que nos agobia en exceso, porque se nos presenta embarazado de incógnitas, que somos incapaces de resolver, y en nuestro error no nos damos cuenta, que muchas veces tratamos de resolver problemas que no existen.
¿Solo o con leche? ¡Mejor solo, gracias! La leche, solo cuando me apetece. ¡Y por supuesto, nunca descafeinado!
Solo me siento en soledad, no cuando lo estoy, más bien, cuando quiero estar acompañado y no tengo la compañía que quiero.
Solo cuando estoy convencido de lo que hago, es cuando en verdad aumentan mis posibilidades de éxito, por eso siempre procuro cuando entro en combate, transmitirle a mi sistema interno de ataque, la orden tajante, de que bajo ningún concepto, se permita la debilidad de dar un paso atrás.
Solo cuando se ponen en juego nuestras fortalezas personales, es cuando estamos preparados para afrontar las situaciones que tantas veces nos producen un temor tan tremendo, que puede llegar a hacerse incontrolable, algo que se puede evitar cuando somos capaces de cambiar nuestra actitud frente ese miedo crónico, que se podría definir simplemente como “miedo a tener miedo”.
¿Solo lo que se ve, es lo que podemos definir como la realidad?
¿Solo lo que se ve, es lo contrario de lo que no se ve?
Solo los que saben nadar en el mar de la soledad, son capaces de escuchar los sonidos del silencio.
Soñar siempre, no es malo, pero sin alejarse en exceso de la realidad, para evitar que la borrachera de fantasía infle demasiado el globo de la frustración.
Soy como una chuleta, el hueso y la carne van juntos. ¡Es inútil intentar separarlos!
Soy un conglomerado de contradicciones que manejo con mí lógica-ilógica, tratando de poner un poco de orden dentro del desorden reinante.
Soy como una balanza, que los demás averigüen qué lado pesa más.
Subir todos los días al cuadrilátero y cruzar guantes con tu propia sombra hasta noquearla, es un estupendo ejercicio para mantenerse en forma.
Subir y bajar, así funciona la Montaña Rusa de la existencia. Si quieres estar siempre arriba, porque piensas que estando más alto, vivirás mejor, tendrás que quedarte quieto. Si te mueves, que es lo normal, porque el día a día, te obliga a ello, tendrás que bajar, para volver a subir de nuevo, y así funciona este circo, ¡perdón, quise decir círculo!, continuo llamado vida, en el que siempre estamos dando vueltas y vueltas, ¿en qué dirección?, ¡tú sigue, y cuando ya estés lo suficientemente mareado, te paras y ya decides...!