El ingenuo soñador (VII).
¿Soy raro? Me gusta llorar, pero de risa. No me gusta dar pena Tampoco la gente que la da. Y mucho menos ir de plañidero victimista. Me encanta la lluvia. Y ver las gotas aterrizar contra el cristal de la ventana. En una sinfonía de pequeñas explosiones acuáticas. Me gusta escuchar con mucha atención al que sabe. Y no pierdo ni un segundo con el que cree que sabe. En especial los que llegaron los últimos, y a golpe de codazos quieren quitarle el sitio a los primeros. Desprecio a los cobardes. Ralentizan el mundo y frenan las ideas. No me fío de los que siempre quieren quedar bien. Por qué no tienen, como dice el refrán: Ni una mala palabra, ni una buena acción. No puedo con los incongruentes. Esos que tanto predican pero que luego nunca dan ejemplo. Esos que se pasan el tiempo poniendo velas y rezando a mil santos. Pero miran con desprecio al que les pide limosna a la salida de la iglesia. ¡Haz lo que yo te digo, pero no hagas lo que yo hago!
Valoro la lealtad. Me gustan los valientes. Los que siempre dan la cara. Los que se atreven a tomar decisiones. Los que no se acojonan con facilidad. Siempre están de pie, nunca andan de rodillas. Me gustan los bocadillos de "Nocilla". Debe de ser un anclaje que me devuelve a la niñez. Me gustan los animales. Y me asquea que los maltraten. Y los que le regalan al nene un caniche en Navidad. Futuro huésped de la perrera municipal. No me gustan los que se hacen fuertes ante el débil. Ni los chantajistas disfrazados con piel de cordero solidario. Me gusta pasar desapercibido. Pero prefiero hablar y equivocarme, cuando tengo algo que decir. Siempre es mejor que quedar callado y no expresar lo que uno piensa.
Me gustan las mujeres. Pero las frías no me convienen. Y sin son superficiales menos todavía. Tampoco las que no saben nunca lo que quieren. Y necesitan manual de instrucciones. Dicen SI cuando es NO y viceversa. Soy complicado y complejo. A veces ni yo me entiendo y me cuesta bastante esfuerzo cuando lo consigo. No me gustan para nada las jerarquías.Ya decía Groucho Marx, que son como las estanterías, cuanto más altas, más inútiles. No me gusta la miseria en la que vive mucha gente. Pero menos me gustan los miserables de corazón. Ni los explotadores. Ni que los niños trabajen. Ni las Compañías de Seguros. Ni la mayoría de los políticos. Y lo mismo puedo decir de muchos periodistas. Para los que la verdad solamente es un disfraz de carnaval. Pero con los que no puedo es con los banqueros. Y en su gordo y bien cebado trasero, con un fuerte puntapié, los mandaría a todos a Siberia (incluso más lejos).
No me gustan los entierros. Como decía mi abuelo: ¡Al fin y al cabo, no pasa nada si no vas, el muerto tampoco va a ir al tuyo! No voy de listo por la vida. Pero que nadie se piense que soy tonto, y mucho menos mártir. Vivo deportivamente. Hacer ejercicio es mi religión de cada día. Alguien dijo algo parecido a que quería morir joven teniendo la mayor cantidad posible de años. Y yo, lo suscribo. ¿Soy raro? ¿Y qué?