"Poeta en zapatillas" (Capítulo IV).
Marioneta
Patético pelele.
Marioneta.
Muñeco absurdamente divertido.
Marioneta.
Juguete para el niño.
Marioneta.
Contorsionista de trapo.
Marioneta.
Servil manejado con un hilo.
Marioneta.
Saltimbanqui de las mil posturas forzadas.
Marioneta.
Criado obediente y muy disciplinado con su amo.
Marioneta.
Tu vida, siempre en otras manos.
Marioneta.
¡Sin duda un pobre desgraciado!
Ninguno
Mi nombre es ninguno.
Y ninguno me dicen.
Me apetece ser nadie.
Ya que nadie me espera.
Ni tampoco me llama.
Pero ninguno lo sabe.
Quiero pasar desapercibido.
Olvidarme de todo.
Esfumarme en el aire.
Intento subir a la cima del volcán en erupción.
Y también pretendo bajar al fondo del valle.
Quiero ser el habitante solitario de una isla perdida.
Y si puedo, ser el único inquilino del edificio de mi vida.
Construir con mis manos la cabaña.
Y habitarla o quemarla si hace falta.
Y estar solo y en silencio.
Libre y a salvo, escondido en la montaña.
Mi nombre no importa.
Mi apellido no existe.
Mi cara borrada.
Mi silueta difusa.
Mi cuerpo flotante.
Mi mente en el aire.
En la inmensidad del espacio.
Como un fantasma errante.
Como espíritu camuflado.
En un camino con un solo caminante.
Mi historia olvidada.
Se convierte en calma vital.
En necesaria paz interior para una mente agitada.
En imprescindible tranquilidad profunda.
La amnesia colectiva me devuelve a la vida.
La sombra me cubre la espalda.
Y la indiferencia me acompaña cada día.
Mi nombre no existe.
Mi apellido eclipsado.
Mi existencia es la nada…
© Fran Laviada