Zancadas (5)
Sigo con restos de alcohol en mi cuerpo, aunque hoy estoy un poco mejor, así que me vuelvo a refugiar en mi imaginación para evadirme un poco de la realidad, protegido con el escudo de la ficción, esa que tantas veces consuela a los perdedores en la derrota.
Me acabo de levantar y nada más abrir la ventana, he sentido el efecto positivo de un vigorizante aire que la mañana me regala, Siempre es una estupenda manera de comenzar el día. Aunque por desgracia, la experiencia me dice, que no siempre lo que comienza bien, finaliza de la misma forma, pero he de esperar a la noche para comprobarlo.
La luz ya había hecho acto de presencia. Estaba en el exterior, inquieta, y con ganas de entrar en mi habitación, y así lo hizo, sin que nadie la invitara, aunque no hacía falta, ya que siempre era bienvenida a mi casa, así que empezó a colarse por las rendijas que dejan las lamas de las persianas cuando no están cerradas por completo. Y una vez en el interior, la luz, vestida con el uniforme de la claridad, tiró con insistencia de mí. Tocaba levantarse ya, e iniciar un nuevo (¿nuevo?) día. Y eso hice, y transcurridas unas horas sin novedad, y teniendo en cuenta que el día de la semana que es hoy, lo que si tengo claro, es que voy a seguir eso tan conocido que dice: “En martes, ni te cases ni te embarques, ni de tu familia te apartes…”, por si acaso, no vaya a ser que lo digan por algo.