El solitario corredor de fondo (XV).
Correr sin arrojar la toalla.
Correr, y al mismo tiempo estar muy concentrado en tus pensamientos más profundos, tiene la ventaja de que muchas veces, puedes recorrer grandes distancias, sin casi darte cuenta. El tiempo te pasa más rápido y tienes una menor sensación de cansancio. Lo malo, es cuando se va pensando continuamente durante el recorrido, cuanta distancia queda para llegar al final, y con esa fijación mental, es cuando el tiempo no pasa nunca. Los segundos se vuelven perezosos, las piernas pesan como plomo y la motivación por correr va poco a poco esfumándose en el aire. Al final, la sesión de carrera del día, puede llegar a convertirse en una auténtica tortura. Así y todo, ¡no hay que pararse nunca, hay que ser mentalmente fuertes y llegar siempre a la meta establecida! (Y si no se puede alcanzar el objetivo corriendo, se va caminando o incluso gateando, aunque esto último pueda sonar un pelín exagerado).