Crónicas Terrícolas (18): "En la noche".
Hoy por fin, después de mucho tiempo de sufrimiento
(unas veces inevitable, y otras con un toque ligeramente masoquista), me siento
rodeado y bendecido por una absoluta calma. Acurrucado en esa liberadora paz
interior, que siempre me cura con la medicina mágica de la tranquilidad.
Desde la placentera comodidad de mi enorme cama (testigo mudo de mis
dulces encuentros amorosos, y al mismo tiempo, de agrías pesadillas que por
desgracia para mí, se repiten demasiadas veces sin que yo no pueda hacer nada para
evitarlo), veo relajado como las cortinas blancas y transparentes, se mueven
suavemente agitadas por la tibieza del viento nocturno, que se cuela sigiloso
por las rendijas de la ventana para refrescar el protector y confortable
espacio interior en el que me encuentro descansando.
Es el reposo del guerrero, que
agotado de tanta batalla inútil, y de tanta pelea estúpida, ha decidido por
fin, colgar las armas.
Y mientras que los ojos, poco a poco se me van cerrando, al otro lado de
la ventana, tan solo existe la noche, con su resplandor misterioso en el que
respira una especie de oscuridad suavizada, que no es obstáculo para que desde
mi puesto de mutilado observador (los
párpados están a punto de echar el cierre, al igual que si fueran las persianas
metálicas bajadas de un comercio), acomodado, más bien empotrado, en mi
relajante colchón (que mis buenos ahorros me costó), distinga (mejor sería
decir intuya) las borrosas siluetas de los montes cercanos, que parecen
inofensivos fantasmas, porque hoy me siento tan bien, tan positivo y optimista,
como para no tener miedo a la oscura negatividad, que otras veces, en momentos
de intenso agobio y en medio de una peligrosa tempestad emocional me acercó en
exceso a navegar en un agitado y perverso mar de cegadoras y asfixiantes
tinieblas.
Estoy convencido, que hay que vivir y disfrutar del momento, y hoy me
siento fenomenal, así que la principal obligación que tengo para conmigo, es
aprovechar este instante y al mismo tiempo estirarlo lo más posible como si
fuera el chicle del bienestar, para
seguir masticándolo hasta que se me deshaga en la boca, y mientras tanto
aprovecho para dejar que el sueño me invada, me lleve, me haga flotar, y
dormir, y sanar…