"En profundidad desde el escondite" (IV).
Soñé de nuevo con la extraña sensación de llegar por primera vez a una ciudad, que no es real, porque tan solo está en mi interior, encerrada bajo llave en el pensamiento y de la que jamás he podido salir, más bien, escapar, y por mucho que lo he intentado hasta el momento, no he conseguido encontrar la salida, a pesar del enorme esfuerzo que hago cada día para buscar un nuevo lugar, donde el manto de la tranquilidad me cubra por completo.
El final del sueño siempre es el mismo, despertar en la cama de todos los días, con el mismo objetivo, encontrar la ciudad perdida, pero auténtica, cuyo camino soy incapaz de seguir.
Tirano controlador. Castrador de imaginaciones. Inquisidor homicida de creatividad e ilusiones. Igual que el Papa en dogmas de fe, no te equivocas nunca. Ves siempre la paja en ojo ajeno. ¡Soy infalible! (a ti mismo te dices). ¡Y vas y te lo crees, pobre imbécil! Sin embargo, no ves la enorme viga y la tienes delante de las narices.
Otros cometen el pecado, ellos son los pecadores, tú te absuelves, pero por el mismo delito los demás son condenados por tu caciquil Ley del Embudo. Es lo que tiene creerse todopoderoso. Reyezuelo engreído y tonto al cuadrado.
Eres siempre el más listo A ti nunca te engañan, las mujeres siempre te son fieles. Otros son los corneados. ¡Pero qué inteligente, prepotente, demente…!
Reyezuelo que dominas (o crees hacerlo), tu propio país de pandereta, más vale ser desterrado del reino, que inclinar la cabeza y poner careta.
Nunca fui marinero, pero conozco el mar.
Nunca fui fuego, pero siento cuando me quema por dentro.
Nunca supe distinguir los colores, pero sé pintar el arco iris.
Nunca recibí tus golpes, pero sé lo que duelen.
Nunca supe realmente como eras, pero sé lo que piensas.
Nunca me preocupé de ti cuando estabas, pero ahora que te has ido, te echo de menos.
Nunca tuve vocación de diablo, pero no soy un santo.
Nunca escucho el estruendo del grito, pero oigo el sonido del silencio.
Nunca fui caballo, pero sé galopar en la llanura.
Nunca estuve allí (en el infierno), pero conozco el camino.
Nunca digo nunca, sin tener que arrepentirme después.
Fran Laviada (Libros publicados en Amazon).